Reseña escrita hace un poco más de un año...
En
tan sólo un año y medio el artista uruguayo Jorge Drexler ha
visitado tres veces el país para deleitarnos con su música. A causa
de la fascinación que le causó la acústica del Teatro Mayor,
ubicado en las instalaciones de la biblioteca pública Julio Mario
Santo Domingo, y muy seguramente gracias al lleno total del auditorio
en los dos conciertos del 2010, sus fans y fieles escuchas tuvimos el
placer de presenciarlo una vez más. El evento, que hace parte de su
más reciente gira Mundo
Abisal,
tuvo lugar el pasado martes 21 de febrero, en el mismo lugar de los
anteriores conciertos.
Imagen encontrada en www.noticias.pe.msn.com |
El
formato del concierto es solista, o casi solista. En el escenario lo
acompañan una guitarra eléctrica y un par de acústicas. Carles
“Campi” Campón participa en un par de temas tocando el theremin,
un instrumento musical electrónico que posee un par de antenas, una
vertical y la otra horizontal, las cuales interpretan los movimientos
de la mano y los convierten en cambios de altura y volumen
respectivamente. Es una especie de instrumento invisible, aéreo.
Desde una mesa ubicada en frente del escenario, detrás de las
primeras sillas del público, “Campi” y Matías Cella, productor
de los últimos dos discos de Drexler, se hacen cargo de las
programaciones y de la electrónica en vivo. Dan base a las
interpretaciones de Drexler con grooves
rítmicos, enfatizan alguna frase por él cantada aplicando efectos
de eco, también reverberaciones, o quizás convirtiéndola en un
bucle que suena unas cuantas veces más. Interponen aquí y allá
muestreos grabados en las diversas geografías que visitan mientras
dan conciertos: la voz de un predicador mexicano, el canto de un
vendedor peruano, el timbre de una bicicleta en España. Una hermosa
y muy minimal
escenografía, en combinación con un diseño luminotécnico
coherente con el discurso musical, a cargo de Carlos Fajardo, recrean
visual y escénicamente una suerte de mundo abisal. El repertorio del
concierto proviene de la extensa discografía que lleva Drexler a
cuestas, once álbumes y tres recopilaciones en total, e incluye dos
temas nuevos: Que
el soneto nos tome por sorpresa
y Tres
hologramas.
El primero hace parte de la banda sonora de la película Lope,
del brasileño Andrucha Waddington, y Tres
Hologramas es
una canción incluida en la musicalización que Drexler compone para
una obra de danza que lleva el mismo nombre, interpretada por el
Ballet
Nacional Sodre
de su país natal, con coreografía a cargo del también uruguayo
Martín Inthamoussú. Agrega, además, un par de covers:
Ella,
para
rendir homenaje al recientemente fallecido músico argentino Luis
Alberto Spinetta, y El
estuche,
canción de la banda bogotana Aterciopelados.
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Jorge
Drexler es un músico muy completo. Toca la guitarra con gran
facilidad y destreza, su voz es versátil y tersa. Las letras de sus
canciones articulan, en un armónico y justo equilibrio, datos de
naturaleza muy científica con imágenes muy poéticas y experiencias
propias. Algunas líricas incluso tienen algo de crítica social,
algo de filosofía de vida, pero dejando de lado cualquier asomo de
mensaje aleccionador. La música que las soporta tiene elementos que
provienen de diversos géneros, de distintos artistas, y tanto en sus
exploraciones con los instrumentos acústicos como en sus juegos con
las posibilidades que ofrece la tecnología digital, la calidad es el
común denominador. Mundo
Abisal,
la gira con la cual celebra veinte años de vida musical en la
industria discográfica, es una apología a uno de sus más grandes
atributos: la improvisación.
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El
cantautor nos deleitó con un concierto de dos horas, uno de los más
largos según él mismo afirmó. El setlist
sin duda estaba definido, y las canciones fueron interpretadas en
versiones cercanas a las originales, adaptaciones de grandes formatos
al básico formato de voz, guitarra y electrónica en vivo. Por más
que ya nos sepamos sus canciones, que las interpretaciones no disten
mucho de los sonidos que ya conocemos, Drexler siempre sorprende y
siempre improvisa con cada pequeño detalle: el sonido del ringtone
del
celular de un asistente al concierto, lo utilizó como introducción
al tema Me
haces bien.
La audiencia emocionada, siempre con ganas de participar, hacía
palmas en la canción Don
de fluir.
Drexler, cantando, nos invitó a utilizar el chasquido de los dedos,
para hacer un acompañamiento más sutil. Un personaje del público,
probablemente un músico, se lanzó a ejecutar la clave del bossa
nova
con un particular sonido como de caja china. El uruguayo lo aplaudió
y lo alabó, en su diplomático estilo de dirigirse a sus escuchas.
En cada canción iba cambiando los fraseos y los giros melódicos,
siempre tan expresivo. Permitía al público cantar ciertos
fragmentos, y él callaba para escuchar. Se iba paseando de un lugar
al otro en el escenario, jugando con las posibilidades acústicas del
lugar. Hay cosas que sólo se pueden hacer en este auditorio, nos
dijo. Y si un error se atravesaba ni lo escondía ni se tropezaba, de
inmediato lo incorporaba al discurso musical y continuaba con el
desarrollo del concierto, como si nada.
Imagen encontrada en www.caracteres.mx |
La
improvisación genera sensación de abismo, de incertidumbre. Exige
una actitud siempre alerta, siempre escucha, pide observación,
atención y capacidad de reacción. Asumir cada concierto como una
nueva experiencia parece ser la decisión de Jorge Drexler. Y por eso
sus conciertos, en especial este formato de la gira Mundo
Abisal,
nos dejan extasiados, sonrientes, satisfechos. Nos abandonamos a su
música, para que el concierto nos tome por sorpresa.